Empieza a tiempo
“¡Esta niña es insoportable! No respeta a nadie.”, fue la exclamación expresada por una abuelita de avanzada edad cuando, delante de mí, al salir de un parqueo, corregía a su nieta de apenas cuatro años. Ante la corrección, la niña, le manoteó y, con mirada firme, le grita: “¡Déjame, no me molestes!”. Escenas como esta son la cotidianidad de un gran número de familias, especialmente en hogares de parejas jóvenes que están iniciando el proceso de formación y educación de sus hijos. “Los niños de ahora no respetan”, “Uno no sabe qué va a hacer con estos muchachos”, “Les hablo y no me obedecen”. Estas y otras tantas expresiones, como especie de desahogo, son formas de manifestar la impotencia que aparentemente sienten ellos a la hora de frenar la conducta manifestada por los pequeños. ¿Cuál es la falla para que hoy sea tan complicado poder crear familias a través de las cuales se puedan establecer reglas y normas que rijan la vida presente y futura de los que allí se están formando? Si