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Mostrando entradas de julio, 2014

Realmente valioso

Hace apenas dos días, tengo de visita en mi casa a dos sobrinas que vinieron a pasar sus vacaciones. Conversando con la más pequeña, que tiene 10 años, le pregunto: “En este momento, ¿qué agradeces a Dios?”; y me respondió: “Estar aquí con ustedes”. Hace par de semanas, una amiga que tiene tres niños, no mayores de once años, pretendía enviarlos a uno de los mejores campamentos de nuestro país, lo que ella consideraba que era aprovechar las vacaciones. Para su sorpresa, el mayor le pregunta: “¿Es que no nos quieres en la casa?” y, enfáticamente, los otros le secundan y, unánimes le dicen: “Necesitamos este tiempo para estar en nuestra casa, disfrutarla y estar en familia”. En la mayoría de los casos, los padres suelen hacer grandes sacrificios económicos, a veces hasta préstamos bancarios, para enviar  a los hijos a campamentos o sacarlos fuera del país, tratando de dar una especie de recompensa, especialmente cuando estos han dado un óptimo resultado durante su año escolar. Si

Lo mejor de ti

“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres…” (Colosenses 3:23) Desde pequeña, escuchaba a mi padre repetir la frase: “Si limpias zapatos, hazlo bien y nunca te faltarán clientes”. Aunque este principio es aparentemente simple, el mismo me sirvió de base para toda la vida, entendiendo que en las cosas que emprendemos, aun las más sencillas, debemos dar lo mejor de nosotros. Si hay algo en lo que hoy invierten millones y millones las grandes empresas, es en charlas, seminarios, cursos motivacionales, a través de los cuales sus empleados puedan dar calidad en servicio a los clientes. Se busca explotar la potencialidad de los individuos y con ella obtener los mejores resultados para la empresa. No obstante, aparentemente hay un descuido en el día a día con las personas que no tienen posiciones de alta relevancia en las mismas, las cuales, sin embargo, son el rostro a través del cual son proyectadas. Desde la persona que toma el teléfono, la cu

Libre o cautivo

Estamos viviendo la etapa donde el hombre tiende a exigir como nunca lo que es su libertad. Se habla de libertad de expresión, libertad de culto y todas las demás, de las cuales puede disfrutar el hombre de hoy. En nuestro país, hace muchos años que hombres valientes pagaron el precio para que hoy nosotros como nación fuésemos verdaderamente libres. En nuestro escudo quedó escrito nuestro lema: Dios, Patria y Libertad. Dios nos llama a ser libres. En la Biblia dice: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados” (Gálatas 5, 13). Por tanto, nosotros como seres humanos tenemos el derecho a ser libres, claro está, aprendiendo a hacer uso de ello sin confundir esto con el libertinaje. En medio de todas estas demandas de libertad quiero revisar un sentimiento que mantiene en cautiverio a muchas personas: el rencor. Éste forma una especie de prisión, manteniendo a las personas cautivas, perturbadas y amargadas. Son muchos los individuos que llevan consigo este sentimient

En seis letras

“14…el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos… 26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (1 Corintios 12:14,26) Mientras leía este pasaje bíblico, entendí cuán poderosa es esta verdad, y cómo podemos interpolarla a la vida cotidiana y a todo tipo de relación interpersonal. Empezando por la familia, uno de los elementos más importante dentro esta es la manera en la cual los individuos que la componen mantienen nexos de unidad, claro está, respetando siempre límites entre ellos. Aquellas donde, aunque cada cual tiene su espacio, se manejan internamente como un equipo en el cual todos son importantes. En las familias donde la necesidad o el triunfo de uno soncompartidos por todos, es casi imposible terminar dando malos frutos. Así como señala la cita, que todos son importantes en el cuerpo, de igu al forma sucede en el lugar de trabajo. En cualquier empresa o institución, el é

Evitar el contagio

Repetir frases que otros pronuncian, las cuales están cargadas de negatividad, y que sin darte cuenta te apropias de ellas y las asimilas como verdad, es algo de lo hay que cuidarse. La transmisión de éstas  dentro del entorno familiar, donde no solo las siembra, sino que las riegas y alimentas cada día, traen como consecuencia que todos los que comparten dicho entorno terminen aceptándolas como su realidad. Se repiten tanto en nuestras calles, ya sea en una fila, transporte público o en el mejor club social, frases como: “nuestro país es lo peor”, “esto no sirve”, “nada funciona”, “en nada se puede creer”. Sin embargo, basta dar una ojeada para ver que no solo hemos tenido la oportunidad de pertenecer a una sociedad de un país, donde encuentras seres humanos extraordinarios, que se exponen para salvar una vida perdiendo la suya, jóvenes que se unen a causas nobles.  Algo que nunca olvidaré es el terremoto de Haití: esquinas llenas de grupos de muchachas y muchachos, sin importar

Sin perder la cabeza

Adaptarse a los cambios, cuando estos implican tener que bajar los estándares de vida, provoca en los individuos gran conflicto. Entender que nuestras circunstancias han cambiado, ya sea por la pérdida de un empleo, un negocio que se va a la quiebra o un problema de salud, como una enfermedad catastrófica, nos obliga a buscar medidas para reestructurar por completo nuestra forma de vivir hasta ese momento. Esta disyuntiva, claro está, en países como el nuestro, donde “es importante” la apariencia de lo que se tiene, se hace más difícil en virtud de que genera una especie de temor a perder lo que para muchas personas es vital. Tengo una pariente que, en forma irónica, siempre ha dicho que: “el peor insulto en nuestra sociedad es ser pobre”. Hace unos años tuve la oportunidad de vivir la experiencia de una persona que a raíz de una situación en su negocio, donde por el alza del dólar su capital casi se eliminó, tomó como medida capitalizarse con lo que tenía en esa época disponibl

Postura adecuada

La familia nuclear, formada por mamá, papá e hijos, es cada vez más cambiada por aquellas llamadas monoparentales, las cuales son dirigidas por solo uno de los progenitores. Este cambio es producido dado el alto índice de divorcios en nuestro país, y es específicamente, según datos arrojados por la Junta Central Electoral (JCE), desde el año 2008 hasta el 2012 de 87,010 divorcios, para un promedio de 17,000 al año y 1,400 al mes. Dada esta realidad, a cual puede ser modificada, si se toman medidas de prevención con programas de orientación y seguimiento a problemas de pareja, hay que tomarla en cuenta, especialmente en el manejo que debe darse entre padres e hijos, y entre la expareja en sí. Si hay algo relevante para un desarrollo adecuado en la personalidad de los hijos, es la postura asumida por los padres, independientemente de cuál de los dos se quede con la tutela de los hijos. Por ejemplo, si es la madre, lo que es más común en nuestra sociedad, quien se queda con ellos,