Cerrar puertas y ventanas

Es posible que, como padre, no te hayas sentado un rato con tu niño junto al
televisor y detenido a evaluar los programas o muñequitos con los cuales cada día
trae “entretenimiento” a tus hijos. Es este medio uno de los instrumentos mayormente
empleados de forma sutil para introducir dentro del hogar las primeras dosis de violencia.
La gran mayoría de mensajes emitidos van salpicados, aun sea en forma subliminal, de
desafíos, violencia, etc. Y para los adultos, de llegar a obtener, a como de lugar, grandes
cosas materiales, las cuales “te aseguran el éxito”. Sumado a todo esto, y lo que considero
elemento principal, la violencia física y verbal que se está dando en nuestros hogares.

Recién me narraba la propietaria de un colegio cómo un niño de cuatro años sostenía por
el cuello a otro de igual edad, al punto de que si ella no llega lo hubiese asfixiado. Al
citar la madre del niño agresor, esta le confiesa que su esposo, es decir el padre del niño,
en diferentes ocasiones ha ejercido violencia física contra ella, y precisamente una de las
maneras ha sido apretándole el cuello, cosa esta (todo narrado por la madre) ha tenido que
ser presenciada por él.

Por unanimidad, todas las instituciones, al igual que los medios de comunicación,
están centradas en buscar mecanismos a través de los cuales se pueda detener la ola
de violencia desatada en nuestra sociedad. Todos coinciden en agotar los recursos
necesarios para lograr, conjuntamente, cortar con lo que día a día estamos viviendo.
Diferentes enfoques se han dado en lo concerniente al factor o factores que motivan a
respuestas conductuales tan brutales como las que hemos vivido en las últimas semanas.

Se ha hablado de arreciar las leyes, alargar sentencias, tomar medidas policiales; todo
esto es necesario y digno de tomar en cuenta. No obstante, desde mi óptica, la base
principal consiste en retomar los valores morales, sociales, cristianos que a través de los
años y la transculturación han sido totalmente deformados. Empezando dentro de los
hogares donde ha habido una deformación e inversión de los roles a desempeñar entre
sus miembros, necesitamos retomar el orden adecuado de quién es la cabeza, o lo que es
lo mismo, sobre quién está centrada la autoridad. Además, resaltar dentro del mismo el
respeto a las normas establecidas fuera del hogar, respecto a las autoridades y hacia uno
mismo.

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