Vivir para servir

Quizás 15 años habían transcurrido antes de volver a ver a una dulce señora, la cual siempre vivió en los EEUU pero que, siendo yo niña, solía venir dos o tres veces al año. Fue criada por mi abuela, a quien quería y manifestaba ese amor, no solo con palabras, sino con hechos. Desde que recuerdo era misionera cristiana, razón por la cual emigró a vivir a Estados Unidos junto con su esposo, también misionero, con el cual procreó una familia de 6 hijos.
Hace apenas unos meses, tuve un reencuentro con ella y su esposo. Después de un gran abrazo y con una sonrisa, expresó lo hermoso de volver a verme porque estaba muy enferma y creía que era su último viaje a Santo Domingo. En este momento, aunque se movía con una andador (era una persona de más de 70 años), reflejaba en su rostro y en su actitud una alegría totalmente opuesta al sufrimiento que había estado teniendo en los últimos meses. A pesar de ser trabajadora incansable al servicio de los demás, su cuerpo sufrió en varias ocasiones tumores malignos en diferentes partes de su cuerpo, superados, como siempre sostuvo, para que Dios la siguiera usando en ayuda al más necesitado. Tomaba y retomaba la narración de los fuertes dolores que permanentemente tenía en todas partes del cuerpo como consecuencia, en este momento, de un cáncer a nivel óseo, con el que entendió llegaría su final.
Como señaló el apóstol Pablo, y luchando contra toda adversidad, llegó al final de su carrera con gozo, la cual consistió en predicar el Evangelio y cumplir con lo que ella llamaba su misión, “vivir para servir”. Hace apenas una semana, esta gran mujer partió de este mundo, dejando su hermoso recuerdo.

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