Precioso sacrificio

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3: 16)

El hombre, durante toda la historia de la humanidad, ha tratado de buscar respuesta para entender quién es Dios. Todo cristiano, sin importar denominación a la cual pertenece, sabe bien, por medio de las escrituras bíblicas, cuán hermoso ha sido para nosotros saber cómo Cristo, siendo Dios (por tanto, perfecto), hallado sin falta alguna por la cual pudiese ser juzgado, halla dado su vida por nosotros de la manera más deshonrosa que existía en aquellos tiempos de dar muerte a alguien. La muerte de Jesús, el cual fue crucificado entre dos ladrones, no solo sirvió para que entendamos hasta dónde este fue humillado, sino también, cómo por esta muerte, hoy, los que en él creemos, estamos seguros, podemos ser redimidos. Este tiempo, que casi en todo el mundo se ha considerado la fecha para recordar lo difícil que fue para nuestro Señor morir por nosotros.

Independientemente de las divergencias existentes en cuanto, si fue para esta fecha o no donde ocurrieron estos hechos, no es lo más importante. Pero sí, que la misma sea propicia para reflexionar y reevaluar, cómo está nuestra vida cristiana, sobretodo, si hemos verdaderamente valorado dicho acto.

Aprendamos de este hecho que ha marcado la humanidad de forma tal que la historia se divide en “antes y después de Cristo”, ya que su venida a este mundo le dio una nueva connotación al ser humano.

Una de las cosas más hermosas que ha dejado esta muerte, ha sido el carácter de Dios, en Cristo Jesús, el cual, todos los que en el él creemos, debemos llegar a reflejar. Él es amor, humildad, perdón, obediencia, esta última, manifestada en que, siendo Dios hecho carne, tenía que morir, pero también resucitar al tercer día, y con esto se cumpliera lo que siglos atrás había sido escrito en el libro de Isaías.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contaminación ambiental

Conviene a todos

Lo que a otros les falta