Cómo cuesta!

De manera fortuita, hace apenas unos días, mientras esperaba unos misioneros en el aeropuerto, aprovechando el retrazo de su vuelo, me senté a conversar con una señora de 62 años, la cual estaba acompañada de dos nietos, y en la conversación me dijo que esperaba a su hija que venía de España. Hablando, esta me dice: “Tengo un año que no la veo y estoy ansiosa de que llegue, aunque tengo 27 hijos más”. Asombrada, le pregunto: “¡¿Cuántos?!”. Esta responde: “De mi vientre, solo tres; los restantes, los he criado desde pequeños hasta que se casan o se van”. Sostiene que los primeros tres los adoptó cuando ella tenía quince años, al morir una amiga un poquito mayor que ella, quien le pidió en su lecho de muerte que por favor se los criara.

Verdaderamente es increíble poder entender, en estos tiempos, cuando nadie quiere tener más de tres hijos, claro está, por la responsabilidad que implica especialmente el tiempo y dedicación que hay que darles a los mismos. Es increíble poder entender cómo esta mujer humilde pudo educar, dentro de sus posibilidades, una familia tan numerosa.

Entre las cosas que me dijo fue que, aún con pocos recursos los fue levantando, los llevó a la escuela, algunos no llegaron a la universidad y otros son profesionales. Me decía: “Unos se iban, porque crecían y se independizaban, se casaban; y de nuevo, siempre me llegaban unos cuantos para criar”.

Con mucha seguridad, cuando le pregunté si había algún delincuente, drogadicto, etc.; afirmó: “¡Y cómo!, si los eduqué en respeto, autoridad y amor. En ese momento uno de los nietos, de dieciséis años, interviene y me dice: “Y, ¿Quién puede salir delincuente con mi abuela? Todavía, solo tiene que mirar”. Él la abraza.

Como vemos, en las familias, sin importar el número de sus miembros o la condición socio-económica, la base principal para el éxito de hijos bien formados, verdaderamente radica en sostener el binomio: respeto-amor.

Sé que es difícil, como nunca antes, poder mantener patrones y normas, ya que, probablemente a la mayoría de los amigos de nuestros hijos se les permite hacer todo lo contrario a aquello que dentro del hogar practicamos.

Cuesta, como nunca, educar. Hagámoslo, aún en contra de la corriente. Veremos que, independientemente de todo, tendremos buen fruto.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Contaminación ambiental

Conviene a todos

Lo que a otros les falta