Enemigos invisibles


Años atrás, dada la “precariedad de la comunicación”, en virtud de que no todo el mundo tenía
teléfono en la casa, los domingos se convertían en importante punto de reunión de hogares, en
espera de una simple llamada telefónica que haría la madre, el padres o el hermano que vivía, por
ejemplo, en Estados Unidos. Ese día era fijado y esperado por todos para comunicarse con ese ser
querido que por una serie de circunstancias no se encontraba presente en el país.

Gran paradoja es la sociedad hoy, donde todo el mundo tiene un teléfono y, aún más, sistemas
sofisticados a través de los cuales en los momentos que se habla pueden verse los rostros a
través de una pantalla; sin embargo, como nunca antes, se ha roto la comunicación afectiva entre
los individuos, especialmente los que comparten un mismo techo. Es la era en la cual no hay
tiempo para hablar, pocos momentos disponibles para que alguien escuche lo que quizás hace
día uno de estos mismos que cohabitan “juntos” necesitan expresar, pero no ha habido momento
propicio para hacerlo porque todos viven sumergidos en sus propios mundos, navegando en aguas
turbulentas, tratando solamente de poder sobrevivir.

El compartir las ideas, problemas, logros o fracasos durante el día es una de las cosas que
contribuye con manejar situaciones cotidianas que a veces basta con compartirlas con tus seres
queridos, y con esto lograr bajar todas esas cargas que se han estado llevando.

Por lo general, hoy día en una familia es común que cada cual se levante con la prisa del día; que
los padres solo se limiten a abrir la puerta para apresurar a sus hijos para ir a la escuela. Entre
adultos, solo me detengo, y hasta he tomado fotos de cómo van cinco individuos en un vehículo,
cada uno con un teléfono en la mano escribiendo, “comunicándose con alguien”, y hasta el que
conduce hay que tocarle bocina porque también está en lo mismo.

Esto último no es una exageración mía, ya que, hasta dentro de la casa son muchos los individuos
que están hablando por este mismo sistema.

Queremos unidad, queremos familias compactadas, unidas; pero buscamos la forma de separarlas
colocando un televisor para cada miembro, habitando como seres aislados; donde la caricia entre
hermanos, padres se ha ido perdiendo. Se quiere un mundo distinto, donde se rescate la unidad,
el amor, la equidad; sin embargo, se propicia todo aquello que daña y separa.

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