Por esperar

Existe una tendencia natural en el ser humano a crear expectativas
con relación a las personas con las cuales interactúa. En su familia,
trabajo, por lo general cada quién se va formando una percepción
hacia los demás. Esta es en función a su propia manera de pensar y
obrar, por lo cual la misma puede ser o no real. Si te pones a hacer
una introspección, es decir, a hurgar dentro de ti, una de las cosas,
sino la más, que ha traído situaciones frustratorias y conflictivas ha
sido precisamente por el concepto creado hacia determinada persona.

Una de las cosas en las cuales siempre he tratado de enfatizar en la
formación de los hijos es que desde pequeños aprendan a entender
lo que implica la espera de respuesta conductual de los demás
hacia ellos, ya que esto les traería como consecuencia una serie de
sentimientos que en ocasiones les podrían acarrear mucha tristeza.

“No le creía capaz…”, “jamás pensé…”, “es increíble lo que me
hizo”, “lo esperado de cualquiera, menos…”; de este tipo de frases
estoy segura que podría llenar por completo la columna, y faltaría
espacio. Creo, no existe una persona que no haya exteriorizado, por
lo menos una vez en su vida, una de ellas. Pero estas, más que una
simple expresión verbal, son un sentimiento de dolor provocado por
una respuesta conductual del otro hacia uno mismo.

Si hay algo que quiero recomendar para un mejor equilibrio emocional
es vivir el día a día tratando de dar lo mejor de sí a los demás sin
esperar que te devuelvan de la misma manera; y si lo hacen, perfecto.
Pero lo más importante es aprender que el otro no da en función de lo
que mereces, sino más bien en la medida de lo que tiene internamente.

En Alcalá de Henares, España dí seguimiento terapéutico a una mujer por su
relación con su única hermana, donde ella, una y otra vez, se sentía agredida
y maltratada por esta. Una vez evaluada dicha pariente, encontré muchos
problemas, sobretodo baja estima. El tratamiento principal consistió en hacer
entender a mi paciente que la que más necesitaba ayuda, especialmente de ella,
era la otra. Hace alrededor de dos años nos encontramos en un congreso en
Madrid, y de su monedero sacó un papelito con una frase que le había escrito
hacía tres años: “Pasarás la vida entera esperando que un árbol de manzanas te
dé peras”.

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