Necesidad de cambio


Casi todas las mañanas, llegaba a casa de mi madre un señor de tez oscura, estatura pequeña,
delgado, a saludarla. Cosa esta que era habitual en las personas de mi comunidad en aquellos
tiempos cuando vivía en mi pueblo. Lo que siempre recuerdo, y lo he dado de ejemplo, es su
sonrisa y contagiosa alegría al extenderte su mano, con la cual te apretaba y sacudía dos o tres
veces la tuya, diciendo: ¡Bien, bien, bien!

Lo grande del caso es que Ovelio (así se llamaba), quien vivía de un pequeño conuco, cuyas
cosechas muchas veces le escuché decir que se perdieron, no tenía hijo, ni belleza física,
tampoco dinero; no obstante, cuando llegaba, dejaba a su paso, hasta en mí que era una niña
pequeña, esa ráfaga de bienestar y confort con la vida que llevaba.

Vi pasar los años, ya yo adolescente, y este hombre mantenía siempre esta misma actitud ante
la vida.

En ocasión le pregunté lo siguiente: ¿Usted nunca tiene problemas, que siempre le veo tan
feliz?, a lo que respondió: No, mi hija. Claro que no. Vivo con lo que tengo, trato de trabajar
cada día, y doy gracias a Dios por estar vivo y en salud.

Pasaron muchos años, y solía verle cuando yo iba a visitar a mi mamá; ya este envejeciendo,
con la misma alegría, fortaleza con la cual llegó hasta sin enfermarse durante toda su vida,
a sus últimos momentos. Y, me dicen que, al morir, lo hizo de igual forma. Porque, como
siempre se ha escuchado, “Quien bien vive, bien muere.”.

A veces necesito traerles a ustedes ejemplos de este tipo, cuando veo, como en las últimas
semanas, que en ocasiones no quisiera uno ni salir a las calles para no escuchar tan repetitivas
quejas, desencantos, intolerancia, pérdidas de motivación y, sobretodo, desesperanza. Así
como la sonrisa es altamente contagiosa, estas actitudes que acabo de señalar, también
contagian. Donde a veces parece que han lanzado un proyectil el cual destila solo negatividad,
desconfianza y críticas a todo.

La Asociación Dominicana de Psiquiatría, en un congreso la semana pasada, afirmó que, de la
sociedad continuar así, terminaría enfermando por depresión, entre otras tantas.

Entiendo que una parte importante de la población, aunque no lo he medido
estadísticamente, está enferma de ansiedad, depresión, insomnio. Y, como también he
señalado, basta interactuar en esta sociedad para notar cómo está una gran cantidad de
personas, que no ha entendido que está enferma y necesita ayuda.

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