Consérvalos

Hace unos meses, conduciendo por la calle recibí la llamada telefónica de una amiga, la cual solo pudo pronunciar mi nombre, y, en línea, la escuchaba llorando. Le pregunto: “¿Qué pasa?”, pero no pudo hablar. Al ver la imposibilidad de la comunicación entre ambas y un poco preocupada, le digo: “Te vuelvo a marcar”. Cuando la llamo, después de haber pasado dos o tres minutos, la escucho llorando, pero más calmada, y le digo: “Dime”, solo clamó: “Se fue mi viejo”. Cuando le pregunto dónde se encuentra, esta venía de Santiago de trabajar, gracias a Dios manejaba otra persona; en apoyo, con lo único que pude dar en este momento, fue: “Cuenta conmigo”. Le hice par de llamadas hasta contactar que ella llegara a la ciudad para apoyarla durante el trayecto. Me preparé y, acompañada de uno de mis hijos, la seguí a San Juan de La Maguana, ciudad en la cual vivía su padre. Hace apenas dos días, al esposo de una amiga, él, de origen francés, quien vive hace más de veinte años en el país, le llaman desde Francia y le participan que su madre acababa de fallecer de un infarto. Inmediatamente, aunque de otra cultura, a veces se piensa que sus sentimientos son distintos. Sin embargo, impactado y desesperado, me llama para darme la triste noticia. El solo me dijo: “Ven, por favor”. Es obvio que en momentos de dolor y, también, de grandes alegrías, necesitamos compartir esas emociones con personas a las cuales consideramos amigos. Solo quiero resaltarles cuán importante es poder contar con una persona en la cual puedas apoyarte, sostenerte. Aunque se dice que la amistad se ha perdido, si cosechas, independientemente de todo, los tendrás. Cuídalos y valóralos, no tienen precio.

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