Confirmación

Desde los inicios de esta sesión, suelo hacer una revisión, o más bien un inventario acerca de cómo ha sido nuestra vida durante todo el año. Faltando apenas un mes para que este finalice, sin lugar a dudas, este, no solo ha sido difícil, sino apto para hacer mayores reflexiones, especialmente sobre lo que siempre he insistido, la familia. Parece increíble, pero en estas últimas dos semanas me ha tocado compartir fuera del país con diferentes tipos de personas de nacionalidades distintas, y con todas las que me he identificado como psicóloga han querido hacer un aparte para manifestarme las problemáticas por las cuales están atravesando sus hogares. El pasado domingo, al llegar a una iglesia donde en otras ocasiones había visitado, en la ciudad de Tampa, el tema de la predicación fue precisamente sobre la necesidad existente de la unificación familiar, centrando todo el tiempo el tema de estructurar las mismas, donde queden definidos los roles de cada uno de sus miembros, pero sobretodo la urgencia de que los hijos entiendan la autoridad paterna. Si en años anteriores, las últimas cuatro semanas, las dediqué para de que manera conjunta viéramos diferentes aspectos de nuestras vidas, éstas solamente voy a evaluar y buscar alternativas que permitan y propicien en cuáles áreas debemos reforzar, cambiar o crear nuevos paradigmas que nos lleven a lograr un verdadero cambio y, en caso de que no haya cambios que hacer porque la nuestra esté adecuada, mantener las condiciones en las cuales hemos estado viviendo. Lo peor de todo es que, por lo general, las familias disfuncionales no entienden ni aceptan los problemas existentes y, mucho menos, propician o consideran la necesidad de buscar, de alguna manera, ayuda y orientación que les permita trabajar con los miembros de las mismas. Contrariamente, cuando aparece alguien cercano, ya sea familiar o amigo, que entiende y les sugiere que busquen guía de un profesional, se ofenden. En una especie de sesión terapéutica, si así se puede llamar, y que en medio del bullicio, una pareja me pidió querer hablar conmigo. Sorprendentemente, en medio de tanta gente, simplemente alejándonos un poco, como si necesitasen SOS poder hablar con alguien que les entienda y socorra, no solo hubo de parte de ellos hasta lágrimas, sino una apertura y manifestación abierta de lo que estaba ocurriendo en sus vidas y la de sus hijos, y con esto me olvidé de estar en una actividad social y, como suelo decir, me pasé la noche con la “ropa de psicóloga”. Con esto confirmo que los grandes problemas de la familia son el flagelo principal de lo que acontece a la sociedad mundial.

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