¿De qué vale?


La semana pasada fui invitada a almorzar por una familia, la cual, desde que sus dos hijos terminaron
el bachillerato, los enviaron a estudiar a dos de las mejores universidades de Europa. Hace apenas
dos meses, el mayor, quien acaba de cumplir 25 años, regresa al país a trabajar en una institución
internacional contratado directamente desde allá. Mientras almorzábamos y después de esto, este
brillante profesional, quien muestra una educación impresionante, expresa los valores con los cuales fue
educado aquí en su familia; alargó la sobremesa, haciéndome tantas preguntas, sin saber hasta donde
estaba yo aprendiendo de él. De las cosas que le interesaba conocer, la mayoría tenía que ver con la
manera de cómo llevar una vida con el menor estrés posible, mostrando su necesidad de aprovechar ese
tiempo que estuvo fuera de su hogar (trata por lo general en su tiempo libre de estar con sus padres),
enfatizando cómo sus compañeros tienen buenos trabajos en diferentes países y, a la misma vez,
cómo estos, cuando se comunican, se quejan de la alta presión emocional en la cual viven sometidos
diariamente. Dice: “Todos beben alcohol y fuman mucho, y algunos hasta se drogan. Y parecen que, más
que humanos, han fabricado en ellos pequeños robots”. Entre las tantas preguntas, una de ellas fue:
¿Estamos diseñados para vivir en presión permanente, Grecia?

En ocasiones anteriores he citado por este mismo medio los problemas de salud física y emocional de
nuestros jóvenes, donde, trastornos de salud que eran frecuentes en personas mayores a 35 años o 40,
hoy son promedio entre ellos.

A veces pienso sobre la importancia de preparar académicamente a nuestros hijos y, como vemos,
esto se ha convertido en una de las principales metas de las familias, en las cuales se unen los mayores
esfuerzos para llegar a esta meta. Pero, algo muy importante es la parte emocional, si se están
capacitando para enfrentar los desafíos, cambios y situaciones que se presenten a sus vidas. Por
ejemplo, la tolerancia entre unos y otros, adecuación a estos cambios, colocar de manera adecuada las
cosas más importantes, como: su familia, amigos; y, algo que en mi propia experiencia llega a un plano
de poca importancia, la forma sana de alimentarse. Pareciere que, al creerse jóvenes, entienden que sus
cuerpos no se debilitan, sus mentes no se deterioran, y sus vidas no se acaban.

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