Rescate


Aprovecho cuando estoy en una fila o en un lugar público para mirar las expresiones de los rostros
de aquellos que me rodean, tratando de encontrar manifestaciones de alegría o gestos afables. Es
sorprendente encontrar que la gran mayoría, no solo quiere evitar la mirada con el otro, sino más bien
como si estuviese a la defensiva por si acaso a alguien se le ocurre equivocarse. Entras a una sala, das
los buenos días y, los pocos que te responden, lo hacen entre dientes y hasta sin levantar la cabeza.
Para colmo, como si fuera un decreto, todo el mundo lleva entre sus manos una cajita negra, que se
llama celular, en la cual centran su atención, dándose la oportunidad de no saber quien se encuentra
a su lado. ¿Dónde está aquella característica principal, con la cual nos identificábamos nosotros para
aquellos que nos visitaban, y se llama sonrisa?, ¿Qué nos pasa que, sin darnos cuenta, la hemos
cambiado por quejas, frustraciones, ira, contienda?

No sé si es mi propia experiencia, pero verdaderamente, cuando llego a un lugar y recibo gesto afable,
sonriente; hasta me sorprende. ¿De qué sirve volvernos hostiles ante las situaciones que tenemos que
resolver y manejar dentro de nuestra cotidianidad?

Por ejemplo, esta semana tenía una cita en una institución a la cual nunca había asistido y entré al lugar
equivocado, donde una joven, de esas que digo en “extinción”, me atendió, no solamente en forma
educada, sino mostrando lo conforme que se encuentra en su lugar de trabajo. Como era un edificio
grande, le pregunto a un militar, al servicio del mismo, dónde se encontraba la oficina a la cual debía
ir. Me señaló con un dedo, al lado opuesto donde me había mandado la señorita; y al decirle que me
habían informado otra cosa, de manera grosera enfatizó: “Y si usted sabe, ¿para qué pregunta? ¡Vaya
donde usted quiera!”. ¿Qué les parece?, no miró que era una dama, tampoco entendió que parte de
su trabajo es ese y, mucho menos, que ese lugar era precisamente donde estaba una de las máximas
autoridades del lugar.

El hombre es un animal de costumbre. Esto tiene de bueno que podemos adaptarnos fácilmente. Pero,
cuando esta adaptación consiste en perder los buenos modales, las reglas básicas de educación, ¿A
dónde llegaremos?

Empieza hoy con la contagiosa transmisión de una sonrisa, y verás lo multiplicador del resultado; y no
cuesta nada.

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