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Cuando yo era niña, mi abuela nos enseñó la importancia de la oración.
Repetía con frecuencia que la familia que ora unida permanece unida. Era
común en ella mandar a buscar sus nietos y nietas para unirnos con la
finalidad de hacer esto juntos en su casa. Nunca pude dormirme sin antes
cerrar mis ojos y entregarle a Dios mi sueño, siendo pequeña.

La palabra de Dios sostiene, en Proverbios 22:6, lo siguiente:

“Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de
él.”

En la sociedad de hoy, entre tantas cosas que demandan la llamada
“libertad”, como la de culto, se ha llegado a un punto tal que hay países
donde, no solo se ha sacado la palabra de Dios en las escuelas, sino que
hasta está prohibido.

En nuestro país, rescatar los valores dentro de los hogares es una de las
cosas a las cuales se le está dando prioridad en estos momentos. Razón
por la cual se está tratando de desarrollar proyectos enfocados en producir
cambios sociales empezando por la familia.

Educar en la fe, que no es lo mismo que inculcar religión, lo primero que
lleva a los hijos es un principio básico, y es que Dios es amor, y que el amor
cubre multitud de faltas, como dice en 1 Pedro 4:8. Por tanto, si hay algo
esencial y más que necesario a plantar dentro de los hogares y escuelas, es
la enseñanza de una vida cristiana y todo lo que implica para el presente y
futuro de una familia.

Es frecuente escuchar, cuando se habla de un hombre y mujer de bien,
decir lo siguiente: “Es que no puede ser menos, viene de una familia
cristiana.”. Tanto es así, que su conducta adecuada, bien fundada suele
acompañarse de recordar ese origen.

Como profesional de la conducta en el área de la familia, he tenido la
oportunidad de ver la diferencia del manejo de aquellos que han vivido en
hogares a través de los cuales han recibido este tipo de orientación y los
que no. Sin con esto querer decir que aquellos que no la han tenido no den
buenos frutos en ser hombres y mujeres de bien.

Ayer se celebró el día del amor y la amistad, donde se hacen intercambios
de regalos, palabras, entre otras cosas. Pero, el amor debe ser la fuente
que llene cada día nuestras vidas; y Dios es amor.

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